¿Alguna vez has oído eso de “Cordobés y hombre de bien no puede ser”? Hoy te cuento de dónde viene este dicho tan popular que, aunque parece ser algo ofensivo para los cordobeses, si lo analizamos correctamente quizás sea un gran halago en vez de un insulto.
Para conocer el origen de esta expresión tenemos que remontarnos a la Edad Media. En aquella época los nobles y señores que poseían tierras eran dueños también de los plebeyos que en ellas trabajaban. Por aquel entonces existía el “derecho de pernada”, en latín ius primae nocte (derecho de la primera noche) que consistía en que si una pareja de plebeyos quería casarse, el noble tenía derecho a mantener la primera relación sexual con la plebeya después de la boda, pero en caso de no sentirse atraído por ella, los plebeyos debían darle un tributo u ofrenda. Esta práctica abusiva del derecho de pernada hizo que nacieran numerosos hijos bastardos que eran considerados “hombres de bien” y que gozaban de ciertos privilegios, mientras que los plebeyos eran la baja sociedad.
En aquella época en el pueblo de Fuente Obejuna (Córdoba) la mayoría de los niños tenían rasgos del norte o similares a los del Comendador o Noble del pueblo debido a los embarazos provocados por el derecho de pernada. Los ciudadanos, cansados de esta situación, realizaron un levantamiento en 1476 que tuvo como resultado la muerte del monje y soldado Fernán Gómez de Guzmán, comendador de la Orden de Calatrava (de aquí la famosa expresión de “En Fuente Obejuna todos a una”).
Este levantamiento se transmite rápidamente de un pueblo a otro hasta que todos los plebeyos de la población cordobesa se rebelan contra el derecho de pernada. Tal es la situación que el rey tuvo que intervenir entre nobles y plebeyos y eliminó de Córdoba y su provincia el derecho.
De este modo los nobles de Córdoba perdieron su derecho de pernada y se ganaron la expresión “cordobés y hombre de bien no puede ser”, ya que era muy difícil que en Córdoba hubiese descendencia de nobles o, lo que es lo mismo, “hombres de bien”, por lo que ningún cordobés podía ser bastardo.
Mientras que Córdoba vivía sin derecho de pernada, este siguió vigente durante muchos años en toda Europa y los señores feudales siguieron acostándose con las plebeyas que querían contraer matrimonio y cobrando tributos.
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Autor/a: Alba Mª Pino Molina