En Córdoba tenemos un ayuntamiento que, a parte de no parecer el ayuntamiento de la ciudad, ha perdido todo el protagonismo que pudiera tener por culpa de su vecino. Y es que, en el ángulo que forman la Calle Claudio Marcelo y la Calle Capitulares, justo al lado del consistorio tenemos los restos del único Templo Romano de Córdoba del que los arqueólogos han encontrado restos, conocido como el Templo Romano de Claudio Marcelo que fue descubierto en 1951 durante unas obras que buscaban, precisamente, la ampliación del ayuntamiento.
Durante el dominio romano de Córdoba, nuestra ciudad obtuvo el título de Colonia Patricia, el mayor rango que podía tener una ciudad dentro del Imperio Romano, por eso siempre digo que, salvando las distancias, lo que tuvimos en Córdoba fue una pequeña Roma, y este templo es una muestra de la grandiosidad que tuvo nuestra ciudad en aquella época.
Formaba parte del Foro Provincial que se construyó entre los siglos I y II d.C. Precisamente en el siglo I d.C., durante el mandato del Emperador Claudio, se empiezan las obras del templo pero finalizarán unos 40 años después, bajo el mandato de Domiciano. En este momento se dota al templo de agua, procedente del acueducto Aqua Nova Domitiana Augusta. Durante el siglo II d.C. sufrió varias modificaciones, principalmente porque el Foro Provincial cambia de ubicación, situándose en la zona que hoy ocupa el Convento de Santa Clara. Con este cambio de foro se abandona el circo romano (muy cercano al templo que hoy nos ocupa) y tanto este como la terraza intermedia que unía ambos edificios fueron desmantelados y utilizados como cantera. Sin embargo, el templo y su plaza sobrevivieron hasta principios del siglo IV.
Se trata de un templo dedicado al culto imperial, es decir, al culto de los emperadores divinizados, y es espectacular e impresionante por sus dimensiones, 32 metros de largo por 16 metros de ancho y 9 de altura. En origen estaba elevado sobre un podio. Contaba con seis columnas corintias exentas (hexástilo) justo en la entrada y frente a esta estaba el ara o altar; y en los laterales diez columnas. Para su construcción se emplearon materiales muy variados como el opus caementicium, calcarenita local, caliza violácea, aunque predominaba el mármol blanco, empleado tanto en las columnas como en los muros, cubierta y entablamento.
El arqueólogo Félix Hernández fue el encargado de reconstruir el pórtico de este templo aunque no todas las piezas que se encontraron las podemos ver hoy in situ, sino que las encontramos distribuidas en lugares como el Museo Arqueológico y la Plaza de las Doblas. Lo que hoy vemos reconstruido e incluso podemos visitar, es la terraza superior, las otras dos terrazas sobre las que se dispuso el templo para salvar el desnivel del terreno se encuentran hoy, en su mayoría, enterradas bajo edificaciones modernas, por lo que existe sobre ellas muy poca información. Apenas se han encontrado restos epigráficos, que son una fuente magnífica de información y datos, pero sí numerosas piezas escultóricas que nos ayudan a hacernos una idea de cómo pudo ser la decoración del templo.
Espero que con este post hayas conocido este edificio único en Córdoba que no puedes perderte si vienes a la ciudad. Si necesitas más información o tienes alguna duda o apunte escríbeme a mi correo y estaré encantada de leerte y contestarte.
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Autor/a: Alba Mª Pino Molina