La Chiquita piconera es un óleo y temple sobre lienzo que mide 80 x 100 cm. y es la última obra que realizó Julio Romero de Torres antes de morir en 1930. Considerada su obra culmen, su testamento pictórico, podríamos decir que La Chiquita piconera es un resumen de todos los componentes que Romero de Torres manifestó a lo largo de su trayectoria.
Es un retrato realista magnífico. En un primer plano una joven sentada con un brasero de picón a los pies y con tacones, medias y un hombro al aire. Parece observarnos, mirando fijamente al espectador con una mirada misteriosa, enigmática y melancólica. Al fondo, la presencia indiscutible de Córdoba con el río, el puente romano y la Torre de la Calahorra. En esta obra el artista retoma el tema social, en este caso el tema de la prostitución.
En el año 2003 se estableció una interesante conexión entre Julio Romero de Torres y Goya, a quién el artista cordobés admiraba y de cuyas obras aprendió mucho durante su estancia en Madrid y sus visitas al Museo del Prado. En este caso, parece ser que para su cuadro más reconocido, La Chiquita piconera, Romero de Torres se inspiró en “Bien tirada está”, Capricho 17 de Goya, no solo por el tema de la prostitución sino porque también centra su composición en una joven, sus medias y el brasero.
Esto es lo que se ve de una obra magnífica como es la que tenemos ante nosotros pero, tras La Chiquita piconera se esconde una mujer, Mª Teresa López. Nacida en Buenos Aires (Argentina) en 1914, de padres cordobeses emigrantes, volvió a Córdoba con siete años. La amistad de sus padres con el pintor y la belleza de la joven hicieron que con apenas 14 años empezase a posar para Romero de Torres, cobrando por sesión 3 pesetas, en obras como Bendición, Fuensanta, Ángeles, Mujer de Córdoba, Carmen, La niña de la jarra e incluso fue ella quien salió en los billetes de veinte duros. Sin embargo, se hizo conocida al ser inmortalizada en La Chiquita piconera. Fue su modelo favorita y, por ella, se vinculó para la eternidad a Romero de Torres con la mujer morena.
Pero los cuadros no siempre muestran la vida real. Según palabras de la propia Mª Teresa: “Posar en esa pintura me amargó la vida, la convirtió en un infierno”. Y es que, fue una musa permitida en el ideal varonil de aquella época pero no en la realidad, no en una Córdoba que se preocupó más de destruir a la persona y venerar la obra. Esa sensual pose y esa mirada penetrante dirigida hacia donde se encontraba el pintor maduro, enfermo y con fama de seductor dieron lugar a muchas habladurías que dejaron la reputación de la joven por los suelos. «No pasó nada, juro que no pasó nada. Yo no hice nada», dijo en más de una ocasión Mª Teresa, pero nadie la creyó. «En las calles de Córdoba la gente me insultaba, me decía de todo», recordaba. Así pues, tuvo que irse. Contrajo matrimonio, pero no duró más de dos años y nunca más rehízo su vida, pues al parecer todos los hombres se acercaban por la “mala fama” que le dio el haber posado para el artista cordobés. La vida no fue fácil para ella.
Resulta paradójico que, cuando en 1953 el Banco de España plasmó de nuevo su rostro en billetes que circulaban por todas partes, de mano en mano, ella estuviese sola y pobre, cosiendo y cocinando para otros para poder ganarse el pan.
Es una pena que después de haber inspirado poemas, letras, romances, de haber sido protagonista de publicidades, billetes y de haber llegado a todos los rincones del mundo como La Chiquita piconera, en el año 2003 Mª Teresa falleciese a los 89 años en una residencia donde se encontraba tras haber sido víctima de un desahucio.
Esta es la historia de una magnífica obra conocida y valorada en todo el mundo y la desconocida mujer detrás de ella, detrás de la Chiquita piconera. Espero que, a partir de ahora, sepáis mirarla a esos ojos negros, que hablan por sí solos, entendiéndola y apreciando todo lo que hay tras ellos.
Podéis oír aquí una bonita copla escrita por León, Callejón y Quiroga e interpretada por Conchita Piquer en 1942, su nombre: La Chiquita piconera. Os dejo, a continuación, la letra:
LA CHIQUITA PICONERA
I
El pintor la respetaba
lo mismo que algo sagrao
y su pasión le ocultaba
porque era un hombre casao.
Ella lo camelaba con alma y vía
hechisá por la magia de su paleta
y al igual que una llama se consumía
en aquella locura negra y secreta.
ESTRIBILLO
Y cuando de noche Córdoba dormía…
y era como un llanto la fuente del Potro,
una voz decía:
¡Ay, chiquita piconera,
mi piconera chiquita!
Esta carita de cera
a mí el sentío me quita.
Te voy pintando, pintando
ar laíto der brasero
y a la vez me voy quemando
de lo mucho que te quiero.
¡Várgame San Rafael,
tener el agua tan cerca
y no poderla bebé!
II
Ella rompió aquel cariño
y le dio un cambio a su vía,
y el pintor iguá que un niño
lloró al mirarla perdía.
Y cambió hasta la línea de su pintura,
y por calles y plazas lo vió la gente
deshojando la rosa de su amargura
como si en este mundo fuera un ausente.
ESTRIBILLO
Y cuando de noche Córdoba dormía…
y era como un llanto la fuente del Potro,
el pintor gemía:
¡Ay, chiquita piconera,
mi piconera chiquita!
Toa mi vía yo la diera
por contemplar tu carita.
Mira tú si yo te quiero
que sigo y sigo esperando
ar laíto der brasero
para seguirte pintando.
¡Várgame la Soleá,
haber querío orvidarte
y no poderte orviá!
Si tienes cualquier duda o apunte puedes escribirme a mi correo, estaré encantada de leerte y responderte. Recuerda que, para conocer mejor a Julio Romero de Torres, puedes leer más sobre su vida y su obra en los post anteriores.
Saludos.
Autor/a: Alba Mª Pino Molina